Han pasado cuatro
años desde que los personajes de una novela muy especial comenzaron a hablarme.
Eso no significa que necesite tratamiento psiquiátrico (o al menos, esa no
sería la principal razón); simplemente es el desencadenante de esta afición, hobby o condena, en la que tu cabeza se
puebla de personajes dispares que te visitan deseando que cuentes su historia.
Entonces, tú te
sientas a ver su vida, cómo se comportan, qué hacen o dejan de hacer, cómo se
llaman, de qué color son sus ojos y si en las noches de verano son de los que
se quedan mirando las estrellas sin ningún motivo aparente.
Normalmente
visualizo una escena, y a partir de ella se comienza a construir el resto a su
alrededor. Como si de la construcción de un rascacielos se tratase, pero
empezando en el piso cincuenta y siete, luego saltando al quince, y así
sucesivamente hasta que un día construyes los cimientos y pones la última
piedra.
Puede parece que
es el final del proceso. Muy al contrario, no es más que el salto de una etapa
a otra muy diferente. Mi manuscrito, con apenas setenta mil palabras y cuatro
personajes protagonistas deseando contar su historia a extraños y curiosos,
estaba completo y lleno de vida.
Desde entonces,
ha pasado por múltiples impresiones, envíos a concursos, editoriales, páginas
web especializadas y hasta encontró un agente literario. Sin embargo, a los
impedimentos comunes que un escritor novel puede encontrar, se me juntaban dos
más adicionales: el hecho de no residir en España y el tener una carrera profesional
a la que ya dedico lo mejor de mi energía y tiempo.
Así pues, tras
estos años de intentar seguir el camino que parecía estar marcado, me he dado
cuenta que escribir para mi es una pasión, una afición, algo que se apodera de mí
y me obliga a llenar una página en blanco de palabras e historias. Pero no es
una carrera profesional ni una meta que alcanzar.
Por eso, tras
mucho deliberar junto a mis personajes, por supuesto, me han dicho que están
cansados de estar abandonados en el olvido de ese cajón virtual y que necesitan
un poco de aire y luz, pero sobre todo, de lectores que devoren esas páginas
llenas de palabras que están agotadas de tanto esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario