jueves, 2 de agosto de 2012

La novela sin título


Comenzar con un nuevo proyecto siempre es un momento emocionante. Anoche escribí las primeras  palabras de lo que será mi tercera novela. Después de trabajar la historia y los personajes durante los meses, resulta gratificante sentarse frente a una página en blanco y descubrir que las palabras brotan automáticamente, como el agua sale del grifo cuando lo abres. 

Debo reconocer que esta fase del proceso de creación es mi preferida con diferencia, escribir los primeros capítulos y sentar las bases y la personalidad de cada implicado en la trama. Ver como nacen en el papel, como las palabras retratan cada aspecto que los hace únicos y característicos. Entender cómo se aferran a cada párrafo suplicando contar su historia, que indirectamente es la mía propia.

Hace un par de meses colgaba discretamente una prueba de concepto para ver cómo sonaban las palabras puestas en boca de los personajes, para descubrir qué voz tendría el narrador. Todo parecía encajar perfectamente, solo falta terminar de crear el resto de piezas para componer el puzle creativo. Aun podéis leerlo aquí, A nueve dígitos de distancia, como el que espía a través de un agujerito lo que será la nueva obra.

Para escribir el manuscrito he decidido imponerme un ritmo de mínimo 6.000 palabras por semana. Es un equilibrio entre escribir en el NaNoWriMo y el primer manuscrito, del que apenas conseguí mantener aquella cifra constante durante un par de meses cuando me puse serio.

Espero que os guste, ya sabéis que las cosas de palacio van despacio y la segunda novela sigue en el aire, aunque soplan vientos lejanos que pueden traer buenas noticias. Simplemente es pronto para saber si será un huracán o quedará en una simple brisa de verano.  

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