Preguntándome si estaba preparado para escribir algo como una novela, la respuesta de mi instinto fue tajante: no podría haber encontrado mejor momento. Así me lancé a la aventura que a continuación me gustaría compartir con todos vosotros. Los que ya estéis metidos en este mundo de escritor amateur sabréis que no es un camino fácil, aunque tan placentero que pronto se vuelve una adicción incurable. Compartiendo los pasos que he seguido en esta maratoniana carrera no quiero establecer una guía, ni mucho menos. Cada persona es un mundo y cada escritor tiene un universo infinito que compartir, por ello los pasos pueden alterar el orden o ni siquiera llegar a ejecutarse. En cualquier caso, espero que mi experiencia pueda servir cuanto menos para animar a todos aquellos que se encuentren en un momento difícil del proceso.
Paso 1: La idea original
Aunque pueda parecer obvio, elegir cuidadosamente una buena idea es fundamental. Ésta será la base de nuestro pequeño proyecto, los cimientos de la narración y los personajes. Cada persona seguirá un proceso diferente para decidir si una idea es viable o no. Para mí, es importante dejarla madurar en la cabeza, durante tiempo, hasta que caiga por su propio peso. La mayoría de ellas estarán podridas, porque no merecían ser escritas. Otras, que a pesar de prometer mucho, estarán infestadas y es importante aprender a descartarlas antes de acababar en un callejón sin salida.
Escoger la idea que queremos desarrollar se debe hacer como la novia que elige el vestido que llevará a su boda: por instinto. Por ello es muy importante saber escucharlo, es un arma fundamental para cualquier escritor.
En la práctica es normal encontrar que 8 de cada 10 propuestas acaban autodescartadas antes de llegar a esta fase. No hay que desesperarse ni meterse prisa en la elección. Ahora nos encontramos en un momento vulnerable y no podemos ser capaces de cómo se va a desarrollar el proceso, así que será mejor que al menos lo hagamos con una idea con la que de verdad nos sintamos a gusto.
Paso 2: Bocetos
Hasta que 'el alma' del personaje no es sólida, no continuo con su expresión corporal, su físico y su forma de vestir. Al tener una silueta que visualizar, lo coloco en entornos y situaciones determinadas para adivinar su reacción. Le dejo que hable, con otros y consigo mismo. Le escucho, le espío, le admiro y le dejo libre. Si tengo más personajes, comienzo el mismo procesos en paralelo para cada uno. Poco a poco descubro las interacciones entre ellos, qué tipo de conversación podrían mantener, el tono de ésta, las palabras que emplearía cada uno y como las escucharía el otro.
Es el momento de introducir escenarios. Mi obsesión con las ciudades grandes hace que esto sea relativamente sencillo: una calle, un bar, un medio de transporte. Los defino vagamente para no intimidar a los personaje ni perder la atención sobre ellos. Les veo totalmente definidos moverse por un decorado aún a base de líneas vacías y formas sin colorear. Les dejo hasta que se sientan cómodos con el entorno. Hasta ese momento no defino más.
Con los personajes y un par de decorados principales, establezco un comienzo y un par de puntos intermedios en la historia. No más. El resto será trabajo de los personajes, ellos serán los encargado de llevarme de un lugar a otro, los que realmente decidirán que hacer. Digamos que les pongo en una situación inicial desde la cual son libres de moverse a otra, sin guía ni limitaciones.
Hola Jesse,
ResponderEliminarEste post es muy interesante. Respecto al tema de los personajes, ¿cómo encuentras el equilibrio entre desarrollar un personaje y mostrar sin contar? Estoy trabajando en un personaje en concreto y no quiero que sea un estereotipo (en este caso es un villano) pero quiero que tenga profundidad. ¿Algún consejo o técnica?
Muchas gracias,
S.
Stiletto, a mí personalmente me gusta cuidar la forma en la que habla un personaje para darle profundidad, al igual que cuidar pequeños detalles, como qué tipo de cerveza bebe o como le gusta el café. Espero que sea de ayuda.
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