lunes, 5 de julio de 2010

Entre Uno y Otro. Segunda parte: Hablemos, por favor.

(Continua de: Entre Uno y Otro. Primera parte: La llegada furtiva)

Salía de casa cuando recibió un mensaje, aunque esperó a llegar al vagón del metro para leerlo. Como de costumbre, llegaba tarde a trabajar y perder un minuto sonaba a demasiado tiempo.

Otro: No me atrevo a coger la llamada. Vamos a hablar de algo pero no sé el punto de vista. Me da vergüenza quedar contigo y no es una excusa. Estoy hecho un lío. No sé lo que hay entre nosotros y me da miedo estar enamorado de ti pues ya me has dejado claro que lo nuestro no es serio. Tampoco tengo derecho a pedir explicaciones.

Escribió y envió la respuesta aun sabiendo que no se mandaría hasta que saliese de la estación.

Uno: Quería hablar para ver qué pasa, esto se ha liado y no ha sido culpa de nadie, simplemente quiero aclararlo porque ya no se qué pensar. Tampoco ha sido fácil para mí llamarte, también me da corte quedar contigo pero creo que merece la pena intentar arreglarlo. ¿A las 11:30 donde siempre? Por favor.

No había llegado a la oficina cuando escucho el pitido que avisaba de la recepción de un nuevo mensaje.

Otro: Hoy está cerrado, están de vacaciones. Lo siento, es que me da mucho palo. Vamos a dejarlo estar, un beso.

Uno, abatido, contestó con las únicas palabras que llegaron a sus dedos desde su corazón.

Uno: Bueno, yo lo he intentado. Cuando te apetezca charlar un rato sobre nosotros ya sabes cómo y dónde encontrarme.

El latido del corazón golpeaba los tímpanos de Uno. Llegó a la oficina, apagó el móvil y lo abandonó en el cajón. Al terminar la jornada, lo recuperó dispuesto a llamar a alguien, necesitaba tomar algo y despejarse. En cuanto lo encendió, un inesperado mensaje iluminaba la pantalla con la típica pregunta: ¿Leer? No tenía el ánimo para otra decepción más, aún así no le quedaba otra opción.

Otro: No te enfades. Venga, voy a actuar de forma adulta. Estoy en el centro. ¿Te parece en el Café Carmela? Me sigue dando mucha vergüenza, te aviso.

Era demasiado tarde para llegar, tampoco tenía mucho sentido ni quedaban ganas.

Uno: No quiero forzarte a hacer algo que no te apetece, mejor será que te tomes un tiempo si lo necesitas. No quería pedirte explicaciones, solo entender qué había pasado y qué quedaba entre nosotros. Lo que tú quieras.

Los pasos indecisos de Uno le llevaron a una plaza donde un grupo de chavales jugaban con una pelota. Se sentó en un banco y se quedó mirándoles por un buen rato. No esperaba ni quería oír una palabra de nadie más y mucho menos de Otro.


Continua en Entre Uno y Otro. Tercera parte: Nada más que perder.

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